El duelo y la resiliencia

¿Es posible desarrollar la capacidad para tolerar la frustración o la impotencia ante ciertas circunstancias?

¿Es posible reconciliarnos con la vida y encontrar un nuevo sentido a nuestra existencia tras la pérdida, por ejemplo, de un ser querido?

No existen, obviamente, recetas fáciles y rápidas. La pérdida, ya sea de un ser amado, de la propia salud o como resultado natural de crecer y desarrollarse, genera una sensación de vacío muy dolorosa que demanda de un período de adaptación a las nuevas circunstancias.

Este período o proceso es lo que conocemos como duelo y su duración estará en función de la capacidad de cada ser humano para aceptar la nueva situación, adaptarse a la misma y encontrar un nuevo sentido a su vida.

Sin duda es posible recuperar la capacidad para seguir adelante y superar la pérdida si existe, en lo más profundo de nosotros, la firme voluntad de dotar al dolor de un sentido constructivo y de hallar un nuevo significado a la existencia.

La resiliencia podríamos definirla como la capacidad de cada individuo para sobreponerse frente a períodos de fuerte dolor emocional y ante experiencias especialmente traumáticas y estresantes como la pérdida inesperada de un ser querido, el padecimiento de una enfermedad grave, la extrema pobreza, etc.

Jordi Grané y Anna Forés, autores de La resiliència (Editorial UOC, 2007) definen la misma como “la capacidad de un grupo o de una persona para enfrentar las adversidades, sobreponerse y salir fortalecido y transformado” o en otras palabras “la capacidad (…) para continuarse proyectando hacia el futuro a pesar de cruzarse con sucesos desestabilizadores, encontrarse en condiciones difíciles y sufrir traumas graves.”

Las personas resilientes muestran:

• mayor capacidad para superar los obstáculos que se presentan en la vida.

• mayor flexibilidad y capacidad de adaptación ante las circunstancias.

• mayor capacidad para salir fortalecidas de las situaciones más extremas.

• mayor capacidad para encontrar nuevas salidas, nuevas posibilidades y pensar creativamente a pesar de las dificultades.

• mayor capacidad para hallar un nuevo sentido a la vida que les permita de nuevo recuperar la confianza e ilusionarse en nuevos proyectos.

En este punto, toma relevancia la palabra ‘sentido’ como motor de trascendencia y superación.

Salimos adelante si somos capaces de encontrar un nuevo sentido a la vida, algo por lo que merezca la pena esforzarnos y luchar.

Dar sentido a la vivencia del dolor

Dotar al dolor de una orientación constructiva vendría a significar elaborar un proceso en el cual canalicemos la energía del dolor hacia actividades, proyectos y nuevas lecturas de la realidad que nos ayuden a encontrar un motivo por el que luchar y construir de nuevo un espacio de vida fértil.

La vida ofrece períodos gratificantes y oportunidades de felicidad, pero también nos muestra lo vulnerables que podemos ser frente a lo inesperado y también nuestras limitaciones ante aquello que escapa a nuestro control.

Habiendo disfrutado de espacios amplios de satisfacción en nuestra vida, tarde o temprano, nos damos cuenta de que nada garantiza su continuidad.

Cuando todo cambia, cuando parece que todo se ha venido abajo tenemos dos opciones: aferrarnos a la nostalgia de los recuerdos felices o proyectarnos hacia adelante a través de la esperanza en que, a pesar de todo, todavía podemos hallar una felicidad futura.

En los momentos críticos en que no somos capaces de sentir alivio alguno y en los que estamos plenamente concentrados en el dolor de la pérdida es importante apelar a nuestro coraje para alzar la cabeza y:

• Reconocer nuestro valor y nuestra dignidad en todo momento, relativizando lo que puede de entrada parecer una desgracia, un fracaso o un absurdo

• Reconocer que a pesar de las circunstancias adversas siguen presentes en el mundo valores como la generosidad, el altruismo, la solidaridad, la empatía y la amistad.

• Reconocer la ternura, la compasión y la generosidad de aquellos que nos acompañan desinteresadamente en nuestro dolor ofreciéndonos apoyo, disponibilidad, afecto, escucha.

• Reconocer y aceptar que la vida es la alternancia de períodos más favorables y etapas más adversas y que por tanto, las dificultades no van a estar siempre presentes.

• Reconocer que si bien no podemos evitar el dolor sí podemos intentar que este sea al menos un motor de desarrollo personal que nos impulse a vivir con mayor profundidad, humanidad, empatía, sensibilidad, visión de lo que es importante y de lo que no lo es, conciencia y conexión con el momento presente.

• Reconocer que la vivencia del dolor permite conectarnos con nosotros mismos a un nivel muy profundo y que encierra, por tanto, una posibilidad de crecimiento y de renacimiento personal.


¿Qué dicen los sabios ?

“Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: La última de las libertades humanas- la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino.”

Viktor Frankl
(Neurólogo y psiquiatra austríaco, 1905-1997)

“Las personas más bellas con las que me he encontrado son aquellas que han conocido la derrota, conocido el sufrimiento, conocido la lucha, conocido la pérdida, y han encontrado su forma de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, humildad y una profunda inquietud amorosa. La gente bella no surge de la nada.”

Elisabeth Kübler-Ross
(Psiquiatra estadounidense, de origen suizo, 1926-2004)

“El dolor es un tiempo de sombra que, al remecernos en lo profundo, permite expresar los sentimientos más ocultos de nuestra vida. Pero un tiempo de sombra que nos indica que en alguna parte debe haber todavía luz. Y esta constatación nos hace entender que detrás de todo dolor hay también una posibilidad de crecer, la alternativa de un renacer.”

Jorge Pavez Bravo
Escritor chileno contemporáneo

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