Aprender a «decir SÍ a la vida»

¡Ojalá vivas todos los días de tu vida!

Jonathan Swift

Carpe Diem (aprovecha el día presente). Palabras que nos recuerdan que la vida es corta y debemos apresu­rarnos a gozar de ella.

Horacio

Se suele reco­nocer la importancia de aprender a decir NO como forma de establecer límites, de preservar nuestra intimidad y nuestro espacio ante otras personas. Decir NO se mani­fiesta en estos casos como expresión de autorrespeto y de consideración hacia nuestras necesidades.

No obstante, no observamos la relevancia del efecto que aprender a decir SÍ tiene en nuestras vidas. No hablamos de cualquier SÍ. No es un SÍ a todo exento de reflexión. Decir SÍ a todo sin tener en cuenta las consecuencias de esta decisión puede llevarnos a asumir demasiados compromisos, a tener conflictos de prioridades y a dejar nuestras necesidades sin atender por aceptar otras que no nos corresponde satisfacer.

Hablamos pues de un SÍ rotundo a la vida, un SÍ que constituya una afirmación positiva hacia nuestra exis­tencia. Hablamos de un SÍ que represente una aceptación total e incondicional de la vida, con sus vaivenes, con sus oportunidades, con sus miserias, con sus giros sorpren­dentes, con las diminutas maravillas cotidianas y con las oportunidades para crecer y superarnos que nos aportan el dolor, los conflictos y las vicisitudes, pero también toda forma de amor y toda posibilidad de convertir nues­tros sueños en realidad.

Decir SÍ a la vida significa estar abiertos, receptivos, derribar los muros que construimos alrededor de nuestra libertad para permitir que penetre en nosotros el aire fresco de lo nuevo, de lo diferente, de lo ines­perado. En esta apertura, nos aventuramos a conocer a personas nuevas, con opiniones diferentes, con formas distintas de vivir, de sentir y de abordar la vida. Nos abrimos a experiencias capaces de poner en duda aquello que jamás hemos cuestionado por inconsciencia, temor o ignorancia. Nos abrimos a experimentar con confianza, explorando el mundo y lo que éste nos ofrece sin temor.

Con demasiada frecuencia, vivimos enquistados en formas rígidas de pensamiento, en creencias obsoletas, en inercias que nos adentran en espirales de insatisfac­ción. Nos mantenemos enrocados en formas de ser y de ver que tal vez nos fueron útiles en el pasado pero que han quedado desactualizadas ya que la vida está en constante movimiento y demanda de nosotros cambio, adaptación, renovación, evolución. Cuando la realidad se mueve y nosotros permanecemos estáticos, cerrados, atrincherados en lo que conocemos nuestro mundo cotidiano va quedando limitado y reducido. Al caminar en sentido contrario a la vida negando su esencia de cambio e impermanencia entramos en conflicto, nuestro día a día se convierte en fricción. Nos adentramos, así, en una lucha contra nosotros mismos al percibirnos como algo separado de la vida.

Nosotros somos la vida misma. Decir SÍ a la vida vendría a ser, por tanto, decirnos SÍ a nosotros mismos, abrazar de una manera incondicional y sin fisura un Universo de infinitas posibilidades.

 

Un comentario

  1. Hola, Daniel! Acabo de leer tu artículo y me ha reforzado el posicionamiento que me estoy trabajando. Hace unos días me di cuenta de lo facil que me ha resultado siempre decir no con el fin de establecer límites, pero no había percibido que tenía dificultades en decir si. Decirmelo a mí. A la vida. Aún me emociono con este tema. He pasado tanto tiempo intentando protegerme que no supe dar el sí a todo pulmón, de forma incondicional. He pagado el precio y ahora busco este cambio, estar abierta y receptiva. Lo has descrito perfectamente, por lo que te doy las gracias.

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